Las aplicaciones del antimonio se remontan a la antigüedad,
cuando se usaba en cosméticos y medicina para aliviar enfermedades como la
fiebre y la angina. Posteriormente, se comenzó a usar como retardante para detener la propagación del fuego, en aleaciones
metálicas y para la fabricación de baterías, recubrimiento de cables, cerámicas y vítreos. En la actualidad, se ha extendido al ámbito farmacéutico para el tratamiento de la leishmaniasis, sífilis, tos convulsiva y gota.
Sin embargo, la toxicidad del antimonio y sus compuestos ha sido reconocida por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos y el Consejo de la Unión Europea, ya que la la ingesta e inhalación excesiva de este metal origina serios problemas de salud, como daño celular en los pulmones, corazón y riñones. De hecho, la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer -adscrita a la Organización Mundial de la Salud (OMS)- reportó como posible
carcinógeno al trióxido
de antimonio, su compuesto en forma de óxido.
Productos homeopáticos
administrados para tratar enfermedades degenerativas como el Alzheimer y
algunas patologías respiratorias, contienen antimonio en bajas concentraciones.
La homeopatía es una alternativa natural no científica basada en el principio de que altas diluciones
(concentraciones mínimas) de moléculas vegetales, animales o
químicas potencialmente activas conservan una memoria de la sustancia original.
A pesar de que la
homeopatía se ha popularizado, todavía se siguen estudiando sus efectos. En
2009, la OMS desaconsejó el uso de los productos homeopáticos para prevenir o
tratar la tuberculosis, malaria, gripe común, diarrea infantil y el virus de
inmunodeficiencia humana (VIH).
Conocer la presencia de antimonio en las opciones de tratamiento
homeopáticas fue la motivación que tuvo la estudiante graduada Fátima Rodríguez
para iniciar su trabajo de grado sobre este tema y optar al título de Magister Scientiarum, Mención Química, en el Instituto Venezolano de
Investigaciones Científicas (IVIC).
Su tutora, la investigadora titular jubilada del Laboratorio de
Química Analítica del Centro de Química del IVIC, Dra. Zully Benzo, explicó que
“la idea es ofrecer métodos sensibles para detectar trazas bajas del elemento y
a bajo costo” afirmó.
A pesar del creciente uso
de los productos homeopáticos, las regulaciones y controles de calidad
asociados a los mismos son bajos, debido a que sus concentraciones altamente
diluidas no representan una preocupación mayor, resaltó Benzo. “Pero este no siempre es el caso.
Los aspectos relacionados con la producción y manufactura de homeopáticos deben
ser supervisados, porque pueden constituir riegos potenciales para sus
consumidores” advirtió.
Tras la mínima pista
Determinar la concentración total del antimonio en los productos
homeopáticos inyectables dirigidos a tratar trastornos respiratorios, no fue
suficiente para el equipo de investigación.
“La
mayoría de las metodologías que se han usado para este y otros metales se
enfocan en la determinación de la concentración total, sin tomar en cuenta que
el elemento puede estar presente en varios estados de oxidación, por lo que es
necesario determinar hasta la mínima traza contenida” explicó Rodríguez, quien
espera presentar los resultados experimentales a finales del año 2012.
Para ello, se tiene planificado emplear una técnica diseñada en el
Laboratorio de Química Analítica del IVIC que permita aumentar la sensibilidad
para advertir la presencia del metal. “La concentración de antimonio en homeopáticos es muy baja, por eso
recurrimos a esta metodología, pues lo importante es cuantificar la cantidad
del metal y saber qué tan tóxico puede ser. A futuro, se pudiesen realizar
estudios biológicos para conocer si las dosis de antimonio en homeopáticos
afectan al organismo” afirmó.
Según Benzo, la investigación del IVIC busca apoyar a los
laboratorios venezolanos para mejorar el control de calidad de los productos
farmacéuticos que contengan antominio.
Un estudio desarrollado en el
Instituto de Geoquímica Ambiental de la Universidad de Heidelberg, Alemania,
hizo figurar el nombre del antimonio, elemento químico que ocupa el número 51
de la tabla periódica. El metal está posicionado en el lugar 93 de la lista
de los elementos más abundantes de la corteza terrestre y se caracteriza por
ser tóxico incluso a bajas concentraciones. Los científicos alemanes
descubrieron en 2007 que este metal, usado en la fabricación de los envases
de plástico donde se almacena el agua, puede abandonar el recipiente y migrar
hacia el líquido cuando se le somete a temperaturas mayores de 18°
centígrados.
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